lunes, 6 de octubre de 2008

LAS GRANDES DIVAS DEL SIGLO XIX

ANGELICA CATALANI (1780 -1849)

Al divismo de los castrados, cuya aceptación comenzaba a declinar en los albores del siglo XIX, siguió el de las primadonnas, ya que los tenores aún no despertaban demasiado interés en los públicos de entonces.
Angelica Catalani representa seguramente el primer gran nombre cuya fama llega hasta nuestros días, no ciertamente por su talento interpretativo sino por su asombrosa condición vocal.
Nacida en Sinigaglia, Italia en 1780, resultó a partir de su debut a los 17 años en el teatro La Fenice de Venecia, lo que se considera probablemente el más notable fenómeno vocal de que se tenga memoria. Su voz poseía hermoso timbre, gran volúmen y extensión, impecable técnica y excepcional dominio de la respiración y las agilidades. No obstante ello y la admiración que despertaba en el público, los músicos de la época criticaban su pésimo gusto musical, su frialdad interpretativa y sus nulas condiciones actorales. En efecto, hija de un corista de la catedral de su pueblo, había recibido muy escasa instrucción musical y solía elegir como repertorio obras de muy baja calidad en las que se limitaba a exhibir sus espectaculares aptitudes vocales.
Sthendal escribió que la Catalani podía ciertamente imitar y superar la destreza mecánica de un violín, pero que en verdad Dios habla olvidado colocar un corazón en las cercanlas de esa divina laringe.
El critico francés Castil - Blaze asl se expresaba:"Nunca escuché nada igual. Sobresalía en los pasajes cromátricos, ascendiendo y descendiendo a toda velocidad. Su ejecucución, maravillosamente audaz, hacia palidecer la de otros talentos de primera magnitud y los instrumentistas no se atrevían a figurar a su lado".
Autoritaria y codiciosa, tal vez influenciada por un marido jugador, exigió y obtuvo ganancias fabulosas. Sirva como ejemplo un contrato firmado en Londres en 1826 que establecía entre otras, las siguientes condiciones:
Su derecho a elegir las óperas en que actuara y los elencos de las mismas, a no aceptar órdenes de nadie, a recibir la mitad de todas las ganancias de la
temporada, incluyendo los abonos a los palcos, los que se vendieran por separado y el dinero que se recibiera en las puertas del teatro y en la sala de concierto. Su marido empresario economizaba gastos haciéndola cantar con orquestas reducidas y cantantes mediocres, sosteniendo que para que una ópera tuviera éxito era suficiente colocar a su mujer y tres o cuatro" tlteres".
Dicen que en su vida privada, Angelica Catalani era una mujer atractiva y de personalidad, pero sobre el escenario se limitaba a permanecer de pie y cantar. Se retiró en 1828 y murió en Paris en 1849 durante una epidemia de cólera.
LA PASTA (1797 - 1865) Y LA MALIBRÁN (1808 - 1836)
Mientras con "Guillermo Tell" Rossini hacía en 1829 su despedida del teatro lírico y con él se iban despidiendo también algunos de sus mejores intérpretes como la Marcolini, la Pisaroni, García, Nozzari y Galli, los maestros Bellini y Donizetti se colocaban como astros radiantes en el firmamento lírico. Es con ellos justamente que el melodrama, sin perder los encantos de la melodía rossiniana, asume rasgos más humanos y conmovedores.
La melodía rossiniana se transforma con las plumas de Bellini y Donizetti en un canto suave y doloroso, lleno de amor y de lágrimas. A su alrededor surgía además una nueva generación de grandes cantantes entre los que descollaban dos realmente asombrosas: Giuditta Pasta y María Malibrán.
Tanto la Pasta como la Malibrán, que perduran aún hoy en la leyenda lírica, desplegaban su voz con absoluta comodidad desde un La grave bajo el pentagrama hasta un Re sobreagudo, lo que les permitía cantar indistintamente las partes de soprano o contralto. Así, con igual desenvoltura, la Pasta cantó "Tancredi" de Rossini, "Medea" de Pacini y "Romeo e Giulietta" de Bellini. Una curiosa característica de su voz era sin embargo la desigualdad de su timbre, pero ella la disimulaba magistralmente aprovechándola para lograr mayor potencia expresiva. Por otra parte, según aseguraba en los albores del siglo XX el maestro Gino Monaldi: "la historia nos induciría a considerar cuán dificilmente se dé que las voces de metal perfectamente homogéneo expresen un canto apasionado, sirviendo a veces un ligero velo sobre el sonido a agregar eficacia al canto en los momentos de agitación y angustia". El caso de María Callas podría ser hoy un ejemplo.
De una antigua publicación leemos el siguiente juicio sobre la Pasta con los términos técnicos que se usaban en aquella época: "Cuerdas bajas un poco sofocadas, cuerdas medias ligeramente veladas, cuerdas agudas que llegan al alma, habilidad sorprendente, presencia que impone e inspira el más grande interés, acción admirable, dramaticidad sublime - quizás inigualable - , a veces poco estudio para esconder los esfuerzos y los recursos del arte. En su conjunto, un fenómeno portentoso". Ciertamente al hablar de cuerdas bajas, medias y agudas, el crítico de entonces quiere significar lo que hoy llamamos registro grave, medio y agudo.
En vano se le preguntó muchas veces a la Pasta quién había sido su maestro en la escena y como bien dice Monaldi: "probablemente este haya sido su gran corazón de artista, tan dispuesto por naturaleza a vibrar ante las más íntimas pulsaciones del sufrimiento humano y las más sutiles y delicadas manifestaciones de lo bello".
La otra reina del canto durante ese período fue María Malibrán, rival por poco tiempo de la Pasta debido a su prematura muerte. Hija y alumna del tenor García, hizo célebre el apellido de su marido al adoptarlo artísticamente. Los juicios críticos de la época y la euforia que despertaba en los aficionados según algunos documentos, la presentan como uno de los grandes fenómenos de la historia lírica. También se cuentan de ella numerosas anécdotas que revelan una bondad de alma ejemplar.
Un corresponsal de un diario de Bologna así escribía sobre la Malibrán a propósito de una representación de "El barbero de Sevilla" en la Scala de Milán: "Qué puedo decirles? Toda Milán está dada vuelta. En la segunda noche en el teatro se lloraba, se gritaba, se vociferaba con una exaltación indescriptible. Se gritaba "bis" hasta en los recitativos. La última escena fue algo que no se puede explicar! Qué dirán los milaneses si la oyen en los " Capuleti e Montecchi? Mañana la Malibrán va a escena con "Otello".
El 23 de septiembre de 1836, a la edad de 28 años, la exquisita artista que inspiró uno de los más famosos poemas de Alfred de Musset, moría consumida por una extraña fiebre tras nueve días de agonía. El anuncio de su muerte fue sentido universalmente como una tragedia.
Probablemente la causa de su muerte fue algún derrame cerebral como consecuencia de una caída que sufrió en abril de ese mismo año mientras montaba a caballo y de lo quwe se despreocupó totalmente continuando con su febril modo de vida. En efecto, María Malibrán era una mujer de una actividad excepcional, que, como dijera más tarde su propia hermana: "no podía estar quieta un minuto". Sirva de ejemplo lo siguiente:
En junio de 1836, es decir al poco tiempo de su accidente, llegó a casa de unj amigo acompañada por otro. Se sentó al piano que tocaba maravillosamente y cantó varias canciones, luego fue con sus amigos a pasear al jardín zoológico, al regresar volvió a cantar durante una hora y continuó con la pintura de un paisaje a la acuarela. Terminada la cena, realizó numerosas imitaciones de personajes de la época, cantó en alemán obras de Weber, Schubert, y otras y fragmentos del "Don Giovanni" de Mozart de los distintos personajes ya que conocía todos los roles de memoria.
Podía soportar un viaje extenuante bajo el sol conduciendo ella misma los caballos de un carruaje y luego nadar durante horas en el mar, regresando al hotel tan solo para cambiar sus ropas. No era raro que asistiera a tres fiestas distintas en una misma noche!
LA SONTAG (1808 - 1854)
Probablemente la cantante Enrichetta Sontag, haya sido inmediatamente después de la Pasta y la Malibrán, la que llegaría en aquel entonces a la más alta cúspide de la fama. Además de sus condiciones artísticas, la distinción y la gracia que emanaban de su persona le daban un encanto particularmente fascinante.
Anécdotas que parecen hoy increíbles, dan cuenta del grado extremo de idolatría que depertaba en sus admiradores :
Una noche al salir del teatro, tuvo la desgracia de resbalar al pisar un carozo de durazno y caerse. Si bien la caída no tuvo serias consecuencias, debió guardar algunos días de reposo. Un servidor del teatro que la acompañaba tuvo la idea de recoger el carozo y conservarlo. Poco después logró venderlo a muy alto precio a un inglés que lo hizo revestir de oro para llevarlo en la cadena de su reloj de bolsillo!
En otra ocasión, se le murió a la Sontag un gracioso perrito al cual tenía ella mucho afecto y un admirador pagó una muy fuerte suma de dinero para obtener el collar de ese perrito. No sabemos si además se lo puso.

OTRAS DIVAS FAMOSAS

Célebres intérpretes de Donizetti fueron GIULIETTA GRISI, sobrina de la ilustre GRASSINI, aclamada en "Marin Faliero" y la Tacchinardi - Persiani para quien el propio maestro de Bérgamo escribió especialmente un aria que se agregó en " L' elisir d' amore" en ocasión de una representación en Nápoles. Según un periódico napolitano de aquella época, el aria era hermosa y permitía a la cantante un gran lucimiento, pero lamentablemente poco después la parte se perdió y nunca más fue hallada.
En 1834, a distancia de pocos meses, del infatigable Donizetti se representaron tres nuevas óperas : " La Parisina" en La Pergola de Florencia con CAROLINA UNGHER y "Torquato Tasso" e " Il Furioso " con ADELINA SPECH.
Durante la segunda mitad del siglo pasado Adelina Spech, ya retirada de la escena, contaba que una vez , finalizada una función de " Norma " , la número veintisiete de toda una serie que había representado junto al tenor Basadonna, el entusiasmo del público hizo que comenzaran a llover desde los palcos y la platea una impresionante cantidad de flores, poemas y sobre todo pesadas guirnaldas a tal punto que los cantantes debieron retirarse del escenario y hacer bajar el telón temerosos por su seguridad.
CAROLINA UNGHER, de exquisita sensibilidad artística , pureza de estilo y belleza vocal puede ser reconocida también entre las más grandes cantantes de su tiempo. Según algunos cronistas , en " Anna Bolena " logró superar a la Pasta. Vaya como ejemplo de su talento lo que Franz Liszt escribió sobre ella al barón Lannoy de Viena, en una carta que contiene sin embargo un juicio cruel hacia ciertas óperas italianas, juicio del que el mismo Liszt se arrepintió más tarde :
" Encargo a una mujer encantadora, una gran artista ( estas dos personas forman un conjunto rarísimo ) entregarte este pliego. La señorita Ungher es admirable, sublime, inigualable en el teatro : tiene una distinción y una amabilidad exquisita en sus relaciones de amistad. No dudo de que los vieneses la reciban como verdaderamente merece. Ella logrará seguramente entusiasmo, furor, fanatismo. Cuando la hayas visto en " Lucrezia " , Il Giuramento", " La Parisina " o cualquier otra mala ópera italiana ( puesto que es maravilloso ver cuan inmenso partido sabe extraer de las partes más desdichadas ) dirás como yo, que es imposible llevar más alto el sentimiento dramático. Sin exageración ni parcialidad, ella me parece hoy la más grande actriz ( en el más amplio y noble significado de la palabra ) que pise los escenarios de Europa. Pero como tienes la felicidad de poder verla y admirarla durante tres meses seguidos, no quiero decirte nada más. Te predigo solamente (y la predicción se verificó ) que una vez que hayas visto a la Ungher en un rol, no podrás evitar volver a verla y cuanto más la veas, más y mejor la conocerás y apreciarás.


GIULIA GRISI (1811 - 1869)

Hermana de Giulietta, fue tambien una extraordinaria cantante y quien creó en París la Elvira de " I Puritani" de Bellini. Compañera en la escena y en la vida del tenor Mario, tuvo momentos de verdadera gloria siendo comparada vocalmente con la Catalani e interpretativamente con la Pasta y la Malibran, pero no supo retirarse a tiempo y solo lo hizo cuando ya el público la abucheava sin piedad.


MARIETTA ALBONI (1826 - 1894 )

Si Lablache ha quedado en la historia como el bajo más notable del siglo XIX, en la cuerda de contralto este honor corresponde sin duda a Marietta Alboni. Su voz hermosísima y de gran potencia abarcaba cómodamente una extensión desde el sol grave hasta el do agudo. Lamentablemente su gran obesidad limitaba sus posibilidades de desplazamiento y motivó un irónico comentario que se atribuye a Rossini, quien habría dicho de ella : " es un elefante que se tragó un ruiseñor ".

ERMINIA FREZZOLINI

Entre las grandes cantantes del siglo XIX es necesario recordar tambien a Erminia Frezzolini. Al nombrarla o escuchar su nombre, Giuseppe Verdi acostumbraba llevar la mano a su sombrero y descubrir ligeramente su cabeza en señal de respeto y homenaje. Fue ella quien cantó por primera vez " I Lombardi" y " Giovanna d' Arco ", pero si bien la primera obtuvo el reconocimiento hacia el genio de Verdi, la segunda solo pudo mantenerse en el repertorio habitual gracias a la extraordinaria interpretación de la Frezzolini, cayendo, luego que ella dejara de cantarla, en el más absoluto olvido.
Felice Romani, quien según dicen nunca pudo hablar completamente bien de
nadie, así escribía sin embargo en 1841 a propósito de la Frezzolini :
" Nadie como ella, después de la Malibran, está dotada de una voz más extensa, más flexible, más melodiosa ; nadie sabe pasar de las lágrimas a la ira, del resentimiento a la resignación; ninguna pronunciar y colorear la palabra; ninguna sacrificar, cuando es necesario, la música al sentimiento. Es menester verla en todas las pasiones de su personaje y sacar partido de una palabra, de una mirada,de un gesto, para decir que ella es ya hoy, y lo será más en el futuro, el más válido sostén del teatro melodramático y del arte musical en Italia".

ADELINA PATTI ( 1843 - 1919)

Si, como dijimos al principio, Angelica Catalani puede ser considerada la más
notable vocalista de la historia, es ya universalmente aceptado que la asombrosa Adelina Patti resulta sin duda la cantante lírica más completa de todo el siglo XIX.
Niña prodigio que cantó maravillosamente a los ocho años de edad ante el público y debutó a los dieciseis como primadonna en "Lucia di Lammermoor ",
representa aún hoy el ejemplo supremo de hasta dónde puede llegar el
excepcional talento humano en el canto lírico.
Mares de tinta se han utilizado durante su extensa carrera para alabar con el
máximo entusiasmo su belleza vocal, su virtuosismo, su gran musicalidad y cuanto atributo se le pueda exigir a una cantante. Recordemos simplemente algunas palabras de Verdi en una carta que escribió al conde Arrivabene el 27 de diciembre de 1877 :
" Aquí nada nuevo, sino que hubo tres funciones de la Patti con un entusiasmo increíble. Merecidamente, porque es una naturaleza de artista tan completa como tal vez no hubo jamás otra igual ". Refiriéndose más adelante a la Malibran :
" ... artista grandísima, maravillosa. Pero la Patti es más completa. Voz maravillosa : estilo de canto purísimo. Artista estupenda con un charme y una
naturalidad que ninguna tiene ". También es significativo el testimonio de Monaldi que dice : " Adelina Patti ha tenido el don de la voz más hermosa que tal vez haya jamás existido en el mundo, y ha sido, sin duda, la cantante lírica que ha tocado más de cerca las cimas de la perfección absoluta".
Fenómeno de técnica, versatilidad y resistencia, cantó en la temporada de su
debut en New York : " El Barbero de Sevilla", " La Sonnambula", " Don Pasquale", " I Puritani", " L' Elisir d' Amore ", " Marta", " Don Giovanni", " La Traviata", " Il Trovatore", " Rigoletto", " Ernani", " Moisés " y " Linda di Chamounix.
Sus fabulosas ganancias, jamás superadas por otra cantante, le permitieron tener la colección privada de joyas más importante de Europa y tratar a reyes y emperadores en absoluto plano de igualdad.
Durante los más de 55 años que duró su carrera hasta su retiro definitivo en 1906, se permitió los lujos más extravagantes como viajar en un vagón ferroviario privado hecho especialmente para ella, con veinte baúles, perros, gatos y pájaros, un chef personal y bebidas favoritas.
En ocasión de su despedida del Covent Garden con " La Traviata " en 1903, hizo colocar una impresionante cantidad de joyas en los vestidos que utilizaría, los que debieron ser transportados con custodia policial.
Llegó a realizar algunas grabaciones que se conservan en nuestros días, pero son las de una mujer que tenía ya 62 años y estaba en un comprensible declino. No obstante ello, cuentan que al escucharse ella misma por primera vez en el registro sonoro rompió a llorar sinceramente emocionada diciendo : "Oh,Dios. Ahora comprendo por qué soy la Patti. Qué voz. Qué artista. Por fin lo comprendo todo".
Mario Solomonoff

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